Emprender no se trata solo de crear un negocio, un producto o un servicio. También es un viaje interior, un proceso de transformación personal que exige soltar viejas pieles para poder dar espacio a lo nuevo.
Muchas veces queremos resultados diferentes, pero seguimos pensando, actuando y decidiendo con las mismas creencias y hábitos que nos trajeron hasta aquí. Y eso es como querer que una semilla florezca sin romper la cáscara que la contiene: imposible.

El duelo de lo viejo Soltar duele.
Duele cerrar un proyecto que ya no tiene sentido.
Duele dejar atrás una identidad que ya no encaja contigo.
Duele aceptar que no todo lo que funcionó en el pasado funcionará en el futuro.
Pero sin ese duelo, lo nuevo no tiene espacio para crecer.

El nacimiento de lo nuevo Todo nacimiento es incómodo, incluso caótico. Lo mismo pasa en los negocios:

– Lanzar una nueva idea genera miedo.

– Atreverte a cambiar de modelo puede parecer un salto al vacío.

– Tomar decisiones diferentes te expone a la incertidumbre.

Sin embargo, ahí está la clave: lo nuevo nunca nace en la comodidad, sino en la valentía de cerrar ciclos.

Emprender como un renacer constante Cada etapa en tu emprendimiento es un ciclo. Algunos deben morir para que otros nazcan. Esa es la esencia de la innovación, de la evolución personal y empresarial.
Pregúntate hoy:

– ¿Qué creencia, hábito o proyecto viejo estoy sosteniendo por miedo a soltar?

– ¿Qué quiero que nazca en mi vida y en mi negocio, pero no le estoy dejando espacio?

Recuerda: «lo nuevo no acaba de nacer hasta que lo viejo no acaba de morir.»
El verdadero emprendedor es aquel que se atreve a soltar sin miedo y a confiar en que lo que viene será aún mejor.

¿Y tu? ¿te atreves a emprender sin filtros? 

Hasta pronto 

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